Ser Zen

Las actitudes y conductas que tomamos ante momentos difíciles son las que definen nuestro bienestar.

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En tiempos de mi abuela se decía con total exactitud, que una “mente sana” era posible en un “cuerpo sano”. Hoy por hoy sigue siendo una verdad digna de ser considerada. La salud de nuestro cuerpo debe ser una prioridad en nuestra agenda cotidiana. Una buena y equilibrada alimentación, evitar el sedentarismo llevando adelante un programa habitual de actividad física y el buen y reparador descanso, son algunos de los pilares de la salud física y ejercen su influencia en lo emocional.

Sin embargo, la realidad de la vida moderna, el estrés, los niveles de ansiedad y las presiones a las que somos expuestos diariamente, han generado que la mente pueda «no ser tan saludable» aunque cuidemos la salud de nuestro cuerpo. La salud emocional es afectada mayormente por la realidad y las situaciones que atravesamos. Hoy, un gran porcentaje de enfermedades físicas tienen su origen en nuestra mente.

¿Qué actitudes y conductas nos ayudarán a mantener nuestra mente positiva y saludable a pesar de todo?

1. Defender la alegría.

Pase lo que pase, no permitas que nada ni nadie te «quite la alegría de vivir». La alegría, como manera de ver y percibir la vida y de «pararse» frente a la realidad, constituye una verdadera medicina para mantener saludable los pensamientos y el ánimo. Contemplar lo que nos pasa desde una perspectiva alegre y bajo el filtro del buen humor no sólo mejora nuestro estado de ánimo sino toda la salud en general. Optimiza nuestra homeostasis y se segregan endorfinas, estableciendo un verdadero equilibrio psico-neuro-endocrino-inmunológico.

La persona capaz de inyectar alegría a su vida, de tomar las cosas con cierta ligereza, de reírse poco de si mismo, tiene un sustento importante para no caer en crisis emocionales o de vivirla con más humanidad y sentido.

Un espíritu dichoso nos pone a salvo de los virus sociales del pesimismo, la amargura y el abatimiento.

2. Hacete rico (tené vínculos saludables).

La mente necesita de otras mentes.

Los vínculos humanos, reales, nutricios y cercanos constituyen una fuente de referencia y apoyo que harán la diferencia, especialmente en los momentos difíciles y críticos de la vida.

Nunca te quedes solo cuando estés atravesando dificultades. Aunque quieras estarlo, siempre tenés que tener alguien cerca. Vas a querer que todo el mundo se vaya, pero no lo permitas. Tu vida puede depender eso mismo.

El individualismo es una ilusión, son los vínculos los que nos humanizan.

Dediquemos tiempo de calidad para nutrir y cuidar nuestra relaciones humanas. Ninguna tecnología, por necesaria y pragmática que sea, sustituye el contacto personal. Miremos a los ojos al hablar. Escuchemos con atención. Abrazá a los tuyos. Hagamos de las relaciones con los demás una verdadera prioridad en nuestra agenda cotidiana.

Construí una red de apoyo afectiva, la vas a necesitar.

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3. Cada tanto, hacé «higiene mental».

No dejes por mucho tiempo «los residuos tóxicos» dentro tuyo.

El diario vivir va acumulando en la mente la suficiente cantidad de tristezas, preocupaciones y temores como para ir minando nuestro estado de salud emocional. ¡Sacá para afuera tanta toxicidad!

No permitas que los»residuos» acumulados durante el día permanezcan dentro tuyo. Si lo hacemos ellos «fermentarán» y por sí solos serán capaces de enfermar su vida emocional. Tampoco permitas que tus emociones negativas «estallen» y explosivamente salgan de tu corazón haciendo blanco en el corazón de los que viven o trabajan cerca tuyo. Un ataque ira con su cúmulo de palabras hirientes y duras, lastiman y alejan a los demás de nosotros. Aunque justifiquemos nuestro accionar con frases como: “no quise decir eso”, “disculpame, tuve un mal día”, “lo que pasa es que estoy con mil cosas en la cabeza”, las palabras que salieron de nosotros e impactaron en los demás no tienen retorno. El perdón puede sanar el daño. Puede cerrarse la herida, pero siempre estará la cicatriz.

Aprendamos a poner en palabras las emociones tóxicas que llevamos adentro. Hablá de tu dolor. Hablá de tus temores . Hablá de tus preocupaciones. Hablá acerca de todo lo que sentís. No lo guardes dentro por mucho tiempo. No ayuda ni es saludable.

Hablá lo que te pasa con alguien de confianza. Si no lo hacemos, queda adentro y nos envenena la vida y la de otros.

4. Hacé algo por los demás.

El valor terapéutico del servicio a los demás es maravilloso. Cuando permitimos que la mente se ocupe de los otros, de sus necesidades, de sus problemas, (sin asumir el rol de «salvadores») el espíritu de ayudar al que tenenos cerca se tornara en satisfacción profunda y gratificación personal.

“Quien no vive para servir, no sirve para vivir”, decía mi abuela y en realidad este consejo sigue siendo pertinente y práctico.

El espíritu individualista y egocentrista más temprano que tarde nos consume por dentro. Nos va encerrando en nosotros mismos de tal modo que vivimos viendo sólo nuestras necesidades y nos terminamos creyendo el centro de todo y de todos. Comenzamos a padecer los síntomas del síndrome de ATLAS, pensando que todo descansa sobre nuestras espaldas. Creemos que sin nosotros el «mundo» se cae. Nos considerados insustituibles. Nos hacemos cargo de todo y de todos.

Con el tiempo la realidad nos recuerda que no podemos con todo ni con todos. Nos cansamos. Nos agotamos. El estrés nos consume.

El espíritu de servicio es un verdadero antídoto para no enfermarnos como consecuencia del estrés existencial. La consigna es: «Cerrá la puerta, cruzá la calle, buscá alguien que necesite ayuda y hacé algo por él». Probalo.

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5. Recuperá el capital operativo.

La confianza es el verdadero capital emocional con el que nos manejamos en la vida.

La confianza es necesaria en los asuntos más pequeños así como en los mayores de la vida. En todos nuestros negocios y ocupaciones diarias, la fuerza espiritual llega a ser real para nosotros por medio de una confianza constante.

La fe, entendida como confianza persistente, es la base de sustentación de todos los asuntos humanos.

La economía, la política, la superación personal, el alcanzar nuestras metas, el vencer nuestras limitaciones, las relaciones humanas; en todas estas actividades humanas y en otras tantas se requiere de laconfianza.

Depositá confianza y extraé luego los dividendos.

  • Confiá en vos y sé tu mejor aliado. No vivas en conflicto con vos mismo. No podemos permitir que una parte de nosotros, rechace a otra. Aceptarse es clave. Valorarse es vital.

  • A medida que confiamos en nosotros vamos a empezar a confiar en los demás. Se da lo que se tiene. Al confiar en otros, los vínculos se desarrollan y son más nutricios. Al dar confianza nos volvemos confiables para los demás. Al construir relaciones humanas basadas en la fe, la vida tiene más sustentabilidad emocional. Al confiar en otros podemos solicitar y pedir ayuda toda vez que creamos conveniente hacerlo. Pedir ayuda no nos va a devaluar la autoestima, al contrario. Nos humaniza.

*Licenciado Daniel Wengrovsky 

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