Una nueva forma de empresa comienza a capturar la atención de emprendedores, consumidores, ciudadanos responsables, líderes sociales, empresarios y políticos. Nos referimos a los negocios y empresas de impacto social y ambiental. Este fenómeno innovador está ligado a nuevos modelos empresariales y a nuevas formas de hacer negocios que surgen a partir del compromiso social de sus fundadores, que integran principios éticos claros en sus decisiones fundamentales, que consideran los intereses y expectativas de los distintos grupos de interés, y que se proponen contribuir al desarrollo sustentable a partir de sus actividades y resultados.
Lo que caracteriza a estas nuevas organizaciones y emprendimientos es que se proponen generar en forma simultánea y de manera propositiva valor económico, social y ambiental (el triple bottom line). Conceptos como negocios de impacto, empresas B, negocios sustentables, negocios inclusivos, empresas sociales, negocios sociales, empresas de la economía de bien común, L3C (low-profit limited liability company en los Estados Unidos), CIC (Community Interest Company en el Reino Unido), o empresas de inserción (con sus variantes en España, Italia o Francia) son utilizados para referirse a este nuevo fenómeno (aunque cada uno de estos términos captura ideas diferentes pero relacionadas). Este tipo de negocios y empresas no sólo se manifiestan en nuevas formas organizacionales; también comienzan a impactar en las grandes corporaciones en busca de innovación, sostenibilidad y competitividad.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por el plenario de Naciones Unidas en septiembre del 2015 y los acuerdos alcanzados para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático (conocida como COP21) en diciembre pasado generan un nuevo escenario para la creación de negocios y empresas de impacto social y ambiental.
Nunca antes se había producido una convergencia tan fuerte entre el sector público, el corporativo y el social alrededor de una agenda internacional de desarrollo con metas definidas y mecanismos de seguimiento. Esta convergencia contribuye a crear un ámbito propicio y un entorno favorable para reconocer el aporte de este nuevo tipo de negocios y empresas en el abordaje de los desafíos sociales y ambientales que enfrentan nuestras sociedades.
En nuestro país se observa un fuerte dinamismo alrededor de este fenómeno. Organizaciones como Sistema B o Ashoka Argentina; iniciativas como la de Premios Mayma que ya va por su novena edición; el concurso de «Protagonistas de una Nueva Economía»; la plataforma #101 Soluciones (impulsada el año pasado por Socialab, Sistema B, Ashoka, Avina y LA NACION con el apoyo del CIS de la Universidad de San Andrés), y la creciente cobertura de los medios de comunicación, contribuyen a darle visibilidad a este fenómeno, a reconocer casos ejemplares y a movilizar a emprendedores emergentes.
Al mismo tiempo, la inclusión de esta temática en las universidades sensibiliza y estimula a profesionales en formación o muestra a quienes cursan carreras de posgrado caminos alternativos para crear valor en nuestra sociedad. Colectivos de profesionales de distintos campos (abogados, contadores, ingenieros y tecnólogos por ejemplo) se organizan para brindar apoyo a este tipo de emprendimientos y, finalmente, desde el Estado se comienza a trabajar para generar las condiciones que lleven a consolidar un ecosistema de organizaciones, programas, instituciones, y regulaciones que ayude a convertir este fenómeno en un movimiento y en un sector más claro de nuestra economía.
Nuestro país es reconocido por acoger una cultura emprendedora, por su energía innovadora, y por su espíritu solidario. Los negocios y empresas de impacto social y ambiental tienen el potencial de encauzar y canalizar estas virtudes para construir organizaciones que utilicen el mercado para contribuir al bien común. Nos encontramos en una coyuntura muy especial para darle un impulso significativo a emprendimientos de impacto, que permitan convertir en una realidad la vocación de contribuir al bienestar de la población.
El autor es director de la Escuelade Administración y Negocios y del Centro de Innovación Social dela Universidad de San Andrés