Un día, cuando los empleados llegaron a trabajar, encontraron en la recepción un enorme letrero en el que estaba escrito:
«Ayer falleció la persona que impedía el crecimiento de usted en esta empresa. Está invitado al velatorio en el área de deportes».
Al comienzo, todos se entristecieron por la muerte de uno de sus compañeros, pero después comenzaron a sentir curiosidad por saber quién era el que estaba impidiendo el crecimiento de sus compañeros y la empresa. La agitación en el área deportiva era tan grande que fue necesario llamar a los de seguridad para organizar la fila en el velatorio.
Conforme las personas iban acercándose al ataúd, la excitación aumentaba: ¿Quién será que estaba impidiendo mi progreso? ¡Qué bueno que el infeliz murió!
Uno a uno, los empleados agitados se aproximaban al ataúd, miraban al difunto y tragaban seco. Se quedaban unos minutos en el más absoluto silencio, como si les hubieran tocado lo más profundo del alma.
Pues bien, en el fondo del ataúd había un espejo, cada uno se veía a si mismo.
Luego de esta lectura:
¿Te sentís identificado/a?
¿Alguna vez sentiste que hagas lo que hagas en tu empresa, en tu familia, en tus relaciones, no te tenían en cuenta? ¿Es alguien el responsable de mi fracaso?
¿Qué pasaría si cambio yo? ¿Me sentiría mejor?
Solo existe una persona capaz de limitar tu crecimiento: ¡TU MISMO!… Tú eres la única persona que puede hacer una revolución en tu vida. Tú eres la única persona que puede perjudicar tu vida, y tú eres la única persona que se puede ayudar a sí mismo.
Tu vida no cambia cuando cambia tu jefe, cuando tu empresa cambia, cuando tus padres cambian, cuando tu pareja cambia. Tu vida cambia… Cuando tú decides cambiar. Eres el único responsable por ella!
«Los tristes piensan que el viento gime”…
“Los alegres piensan que canta”…
«El mundo es como un espejo que devuelve a cada persona el reflejo de sus propios pensamientos. La manera como tú encaras la vida es lo que hace la diferencia»