EVITÁ QUE TU PROYECTO FRACASE
Cerca del 85% de los emprendimientos fracasan en los primeros 5 años. Los problemas financieros son una de las principales causas. Es necesario tener en cuenta que toda persona puede cometer pequeños o grandes errores, que lo lleven a fracasar y encima crearse problemas.
La emprendedora es esa mujer que quiere llevar adelante un proyecto laboral que la apasiona, la incentiva y la motiva a movilizarse y generar los pasos necesarios hasta lograr su concreción.
Lamentablemente, acorde a las cifras oficiales que fueron publicadas en el mundo, cerca del 85% de los emprendimientos fracasan en los primeros 5 años. Una de las principales causas que suelen aducirse y mostrarse es la financiera, en la cual la emprendedora no consigue generar los ingresos necesarios para sobrevivir en el mercado y mantenerse autosustentable en el plano económico.
Si ahondásemos más en esta temática, podríamos establecer que el manejo financiero que realizamos con el dinero es esencial para vivir, producir y avanzar en nuestros proyectos. Este manejo del dinero está íntimamente relacionado con factores de carácter emocional que pueden potenciar nuestras chances de lograr lo que queremos, o contribuir a que fracasemos o nos quedemos a mitad de camino. Toda persona puede cometer “pecados”, pequeños o grandes, que lo lleven a fracasar y encima crearse problemas.
¿Cuáles son los pecados que pueden promover el fracaso de nuestro emprendimiento? Existen múltiples pecados que pueden contribuir a que una emprendedora fracase en su emprendimiento. También se puede aplicar a sus empleos o profesiones:
Pereza. Muchas mujeres desean avanzar y crecer pero no quieren hacer los esfuerzos reales y necesarios para desarrollarse. Un emprendimiento es una invitación para salir de nuestra zona de comodidad y pulirnos emocionalmente. Si te negás a realizar cursos de emprendedores para adquirir herramientas, trabajar terapéuticamente tu personalidad afín de volverte una emprendedora o simplemente generar contactos para que tu proyecto crezca, estás demostrando pereza. Este rasgo es completamente opuesto a crecer, ya que, a menos que tengas “la vaca atada”, es imposible que avances con mentalidad perezosa.
Soberbia. Este pecado implica creerse que nuestro proyecto es increíblemente bueno e infalible y tenemos poco para aprender de los demás. Por ende, tendemos a evitar las críticas constructivas de otras personas con más experiencia y conocimientos. O evitamos interactuar y pedir consejos a personas sabias con probada trayectoria. Cuando una persona tiende a manifestar este pecado, se vuelve pobre y limitada, ya que está perdiéndose de aprender mucho de los demás. Por ende, puede que su visión tenga éxito o no, pero en todo caso puede terminar sola, aislada y encerrada en un castillo de aire hasta que la realidad la golpee duramente.
Descuido de la salud. Muchas veces una emprendedora está tan abocada a su proyecto o “bebé laboral” que se olvida de balancear su vida cuidando su salud. Si no cuidás tu alimentación ni realizás actividad física, te sobrecargarás de estrés debido a tu emprendimiento. Si estás saturada y no descargás tus tensiones, te enfermarás… ¿Qué sentido tiene emprender si descuidás tu salud y luego no podés sostener tus proyectos?
Improvisación. Este pecado está íntimamente ligado a la falta de planificación adecuada. ¿Con qué dinero contás para promover tu proyecto? ¿Cuáles son los gastos que precisás para que funcione, aún si no genera los ingresos esperados? Tener en cuenta esto se llama prevenir y planificar. Muchísimos emprendimientos fracasan porque sus gestores improvisan y se niegan a sentarse y planificar. Por ende, la realidad los golpea duramente y luego no comprenden el porqué de su fracaso.
Vínculos tóxicos. Muchas veces una emprendedora quiere crecer laboralmente cargando un saco de piedras. Nuestros vínculos más cercanos hablan de quiénes somos y cuánto nos valoramos. Si estás deseosa de avanzar y procurás consejos y soporte emocional de personas amargadas, frustradas e insatisfechas, que repetidas veces te demuestran que no te aportan nada valioso, estás manifestando este pecado en tu vida. No hay nada más frustrante que pedir consejos de joyas a un sastre.
Frialdad. Una emprendedora se caracteriza por llevar adelante un proyecto que la apasiona. Este apasionamiento le permite confiar, crecer y lidiar con los desafíos que se van presentando. Si no te gusta tu proyecto, o lo estás haciendo solo porque puede funcionar económicamente, puede que quizás logres tus resultados pero estarás cargándote con frustraciones. La falta de pasión por tu proyecto puede desanimarte ante el menor tropiezo.
Ira. Enojarse ante los tropiezos una y otra vez es una de las mejores formas de fracasar en nuestros emprendimientos. La tolerancia a la frustración es necesaria e indispensable para avanzar ante los retos y dificultades que indefectiblemente se presentarán ante nuestro proyecto. Si no manejás tu ira adecuadamente, estás comportándote como un niño y tus posibilidades de crecer se reducen al mínimo.
Estos son algunos de los pecados más frecuentes que llevan al fracaso de un emprendimiento. Existen otros. Tan solo observa y reflexioná: ¿cuáles de estos pecados tendés a manifestar en tu vida? ¿Qué resultados te generaron? ¿Qué estás dispuesta a hacer para afrontarlos adultamente?